sábado, 27 de mayo de 2017

Rafael Baena sobre el periodismo colombiano en su libro póstumo Memoria de derrotas.

Fragmento de Rafael Baena sobre el periodismo colombiano en su libro póstumo Memoria de derrotas.(Pgs 138-140)

Basado en informaciones de Clara y otros amigos reporteros, continuó su discurso antimedios y habló del reclutamiento de pasantes en trance de grado. A la postre contratados como reporteros unos pocos, luego son desechados con pasmosa rapidez, convertidos en bagazo por los dientes del trapiche. Los que sobreviven al tratamiento se convierten en bestias de carga en las redacciones y llevan vidas opacas, apenas iluminadas por tubos de neón, encerrados en cubículos, alejados de las calles y los campos donde vibra la vida, traidores de una profesión cuya esencia consiste en la constatación de primera mano, la indagación in situ, la investigación. (…)

Con Liliana de vuelta en su casa y ya a solas, Marcelo no pudo dejar de pensar en la forma en que opera la prensa: una vez ocupadas las salas de redacción con personas que al depender de un salario tienen anulada la voluntad, o que no se dan cuenta de la realidad, o que simplemente sufren de pereza mental, sólo resta poner al frente de esa masa adocenada a individuos dispuestos a defender el statu quo, convencidos de sus bondades porque desde la cuna han heredado privilegios o porque se los han ganado al ponerse a su servicio yendo más allá del deber ser, esto es, por ser lambones hasta los tuétanos, lameculos integrales cuya prioridad en la vida es recibir aceptación por parte de la élite. Obsecuente con el patrón, el director típico de medio es un tirano con sus subalternos, en el sentido de que, a las buenas o a las malas, hace respetar las reglas del juego impuestas desde arriba, desde la junta de administración que traza metas económicas y diseña políticas editoriales, dejando para las discusiones académicas temas como objetividad, equilibrio informativo y contexto noticioso. Por lo general a estos individuos se les asignan sueldos estratosféricos que garantizan su fidelidad a la empresa, aunque cuando ofician de capataces dan lecciones de ética periodística, cofunden la libertad de expresión con libertad de empresa y al mismo tiempo macartizan a quienes osan atravesarse en el camino de lo que ellos y sus patronos consideran el bien común, el progreso, el desarrollo económico del país. Esnobs recién llegados a integrarse a la clase dominante, les permiten codearse con la flor y nata en los clubes de la alta sociedad y les venden lotes en condominios vacacionales para que sientan que ha llegado a la cúspide. Les sonríen, les dan órdenes disfrazadas de sugerencias, y aunque en secreto los desprecian por serviles y arribistas, los toleran porque son lacayos supremamente fieles y útiles, porque al abordar los problemas del país agarran el rábano por las hojas, buscan el muerto aguas arriba, ignoran las lecciones de la historia y se limpian el culo con las ciencias sociales al convertir en noticia lo que no es noticia para distraer y confundir a los ciudadanos, de modo que estos no vean por dónde le entra el agua al coco. No le extrañaría si un día de estos alguna investigación seria revelara que el mayor problema de Colombia está en sus medios de comunicación.

A estas alturas de su diatriba interior pensó que quizás estaba afectado por el síndrome renegón de Fernando Vallejo, y probablemente así era, pero se dijo, que en ocasiones, cuando se busca aclarar las ideas, es necesario un cierto grado de arbitrariedad que permita plantear las cosas en alto contraste. Por eso creyó obligatorio matizar y reconocer que si bien los medios de comunicación, especialmente los electrónicos, han tenido atontado y distraído al público a fuerza de golpearlo con noticias que en realidad son cortinas de humo, buena parte de los horrores de todo tipo que los colombianos saben fueron dados a conocer por los periodistas. Podrían rescatarse trabajos muy valiosos del montón de morralla con que bombardean a la gente, pero si se elabora una lista de los reporteros e investigadores que han destapado iniquidades de escándalo, o una con los que nunca se han dejado pervertir por los relativos privilegios que acarrea la profesión, sería muy larga e injusta debido a las inevitables omisiones.


Trailer del libro Memoria de derrotas.




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