viernes, 30 de septiembre de 2011

Una carta abierta a la Academia Sueca. Philip Roth.


@jppescribe

Encontré en The Millions un texto con las mismas intenciones con que alguna vez hice una reseña -El Nobel para Roth o para nadie- de Indignación de Philip Roth por estas mismas fechas en que la Academia Sueca concede el Premio Nobel de Literatura. Va la traducción del texto y enlaces a su versión original.
Haga clic para ver video  de Philip Roth leyendo de su más reciente novela.


Una carta abierta a la Academia Sueca.

Por Michael Bourne.

(Traducción de Juan Pablo Plata. Copyright versión en español. Texto aparecido en The Millions (09.29.2011) con permisos de traducción y publicación autorizados.)

Estimados miembros de la Academia Sueca:

¿Podemos por favor dejar el sin sentido y dar a Philip Roth  el Premio Nobel de Literatura antes de que muera?
Para su consideración, presento la Trilogía Americana editada por la Biblioteca de América (Library of America. LOA) esta misma semana. La coincidencia,  les concedo, es un poco indecorosa. Uno no puede dejar de preguntarse si la junta directiva de la LAO escogió esta semana para publicar su hermosa edición de U$ 40, ómnibus, con tres de las novelas más recientes y conocidas de Roth con la esperanza de que ustedes, los estimados miembros de la Academia Sueca, le otorgarán el Premio Nobel en la semana siguiente en Estocolmo. Esto permitiría a LOA conseguir suficiente dinero para poner a flotar una nueva edición de los garabatos de pupitre de Henry James. Pero no dejen que esto los influya. Tan solo vean la obra.

Al inicio de Pastoral americana, el primer libro de la trilogía, está conjurada sin esfuerzo la edad de la inocencia estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial. Esto ya es suficiente por su propia cuenta para justificar al menos una nominación al Nobel. El libro comienza con un ensueño extensivo sobre " una rubia de ojos azules … con un mentón pronunciado". Seymour Levov, es la estrella del deporte de la muy unida comunidad judía de Newark; es un judío que se destaca en todas las cosas  en que los judíos de la época no sobresalían: jugar béisbol, ser elegante, ser amantes de sí mismos. Por ser "un chico lo más cercano a un no-judío que vamos a llegar". Seymour Levov, apodado El Sueco, ofrece a sus vecinos, después de "una generación de haber sido corridos de los antiguos guetos de la ciudad, en la calle Prince," una encarnación, de cosecha propia, en la lucha contra el fascismo de Hitler en Europa.

Sin embargo, a los ojos del narrador de la novela,  para el alter ego de Roth, es decir, el novelista Nathan Zuckerman, El Sueco es un santo de yeso, un tipo afable, una cifra rubia.El Sueco hereda de su familia en Newark una fábrica de guantes y se casa con una diosa shiksa, Dawn Dwyer, la Señorita Nueva Jersey de 1949, y  compra una vieja casa de piedra en un suburbio de clase alta en Gentile. Pero en una escena deliciosamente divertida, Zuckerman descubre la versión adulta de su héroe de la infancia impenetrable aburrida: "Me quedé esperando para descubrir algo más que la inobjetable punta, pero todo lo que salió a la superficie fue más superficial todavía. Lo que había en lugar de un ser, pensé, es afabilidad – el tipo es radiante con ella. Se ha creado para sí mismo una incógnita y él se ha convertido en ella".

Pero Zuckerman está equivocado. El Sueco, al igual que Coleman Silk de La mancha humana, el tercer libro de la trilogía, tiene un secreto herido. En el caso de Silk, su secreto es que él no es judío, como aparenta, sino un hombre negro haciéndose pasar por blanco. El Sueco, al contrario, ha permanecido fiel a sí mismo, como el gran deportista y dios estadounidense casado con la reina de belleza, pero su hija, ahora a tres generaciones del tiempo del gueto y criada durante la Guerra de Vietnam, se ha vuelto contra todo lo que representan sus progenitores y en un acto sin sentido de protesta contra la guerra, hace estallar una bomba que mata a un hombre en la oficina del correo estatal.

En la Trilogía Americana, Roth aborda los tres grandes temas históricos de su tiempo - la protesta contra la Guerra de Vietnam, la lista negra de comunistas y la discriminación racial - y en cada caso halla algo profundamente original para decir. En Pastoral americana, el acto de violencia de Merry  no sólo es una traición a su país, incluso contra sus padres, pero sobre todo, es una afrenta a las generaciones de Levovs que se erigieron desde la pobreza hacia la respetabilidad a través del trabajo duro y sus propias entrañas. En Me casé con un comunista, el segundo libro, el más débil de la de la trilogía, Roth le pone un rostro a la creencia devota en el comunismo en el personaje de Iron Rinn, el actor de seis pies y seis pulgadas que ha hecho fama representando a Abraham Lincoln en radio.

Sin embargo, con toda la brillantez del análisis histórico de Roth, el verdadero tema de sus libros no es la historia de los Estados Unidos, sino el desconocimiento esencial sobre el corazón humano. Cada uno de los tres libros es narrado por Zuckerman, quien al igual  que Roth se ha retirado a vivir de manera monástica en la zona rural de Nueva Inglaterra después de un matrimonio fracasado. En cada novela, Zuckerman se hace amigo del héroe del libro, hace un juicio sobre quién es ese hombre en esencia y finalmente se da cuenta: lo ha juzgado mal. Así, los libros son, en esencia, historias de amor, en que el alter ego de Roth es un cuasi castrado por una cirugía de próstata que lo vuelve impotente. Es así que lo vemos en el papel curioso y femenino de un amante que se enamora de un hombre y tiene después que escribir un libro entero para averiguar quién es realmente este hombre detrás de la máscara que ha construido para sí mismo.

En Pastoral americana y La mancha humana, el desenmascaramiento llega a una intensidad especial, porque nosotros, como lectores, como Zuckerman, nos enamoramos de este hombre destrozado, vulnerable, que hay detrás de la máscara. En Pastoral americana, El Sueco es un dulce y grande gringo sin los rudimentos políticos e intelectuales para comprender la furia de su hija frente a la máquina de guerra estadounidense. Sin embargo, aún después del bombazo de Merry, con el que mata a un hombre y por el que se evade, incluso después de que El Sueco se entera de que ella se ha unido a grupos radicales subterráneos y ha construido más bombas que han matado a más personas; incluso entonces la ama. En una escena desgarradora, la encuentra viviendo sola en una habitación alquilada y muriéndose de hambre como parte de una demencial práctica religiosa, en la zona más áspera de los días posteriores a las revueltas en Newark.

A la que vio sentada frente a él, no era una hija, ni una mujer o una niña, a la que vio, como con ropa de espantapájaros, flaca como palo de espantapájaros, fue al signo más escaso de un corral de la vida, a una pervertida maqueta de un ser humano, que por su poco parecido para el gusto de Levov, sólo podría haber engañado a un pájaro. El escenario es doblemente doloroso porque Levov, El Sueco, es un hombre rico incapaz de hacer algo para ayudar a su hija. Él sabe que debe llamar a la policía, y una parte de él sabe que al hacerlo podría salvarla, pero no puede hacerlo. Él está incapacitado por la más humana de las emociones: el amor.
En La mancha humana, Coleman Silk, se destruye por una emoción aún más humana: el amor a sí mismo. Silk es echado de su trabajo universitario por proferir un insulto racial no intencionado en contra de dos estudiantes negros. Silk está demasiado imbuido  por la mentira que ha vivido la mayor parte de su vida adulta como salvarse a sí mismo diciendo la verdad: él nació negro. El trato de Roth a la transición de Silk de un adolescente negro de piel clara hasta hacerse un profesor judío de tez morena que enseña los  clásicos, es un asunto de mucha belleza, pero por el gran poder de esas escenas. El libro es menos sobre un asunto racial o sobre la autodestructiva mendacidad de Silk, que sobre su relación con Zuckerman y  el giro de su entendimiento sobre quién es Silk .
Silk seduce activamente a Zuckerman - en una escena maravillosa bailan juntos. Dos hombres viejos e impotentes. Zuckerman con sus heridas quirúrgicas. Silk toma Viagra. A medida que Zuckerman comienza a entender el secreto de Silk, su amor por él crece. Admira la negativa de Silk a dejarse subestimar por el color de su piel, pero sobre todo, Zuckerman ama la enorme complejidad humana de Silk, el hecho de que hay mucho más de Silk que lo que se ve a primera vista.

Esto, para Roth, es la verdadera mancha humana, el hecho de que somos mucho más que lo que las personas creen que somos. "Porque el mundo está lleno de personas quienes creen saberlo todo sobre ti o  lo que tu vecino cree saber sobre ti, por ejemplo, pero en realidad no hay un fundamento  para lo que se conoce", escribe. "La verdad acerca de nosotros no tiene fin. Como las mentiras. " La mancha humana ocurre en 1998, durante el escándalo de Monica Lewinsky, cuando el asunto casi acaba con la presidencia de Bill Clinton. Roth objeta de manera grosera y con entusiasmo cómico "el éxtasis de la mojigatería " traído  por ese escándalo a la vida pública durante ese año. Pero el verdadero asunto de Roth con los opositores de Clinton es que se negaron a ver a Clinton como un hombre normal con necesidades humanas. "Me soñaba con una bandera gigantesca", escribe, "envuelto dadaístamente como entre una túnica de Cristo, que iba de un extremo de la Casa Blanca a otro, con el letrero: AQUI VIVE UN SER HUMANANO ".

Si la novela Me casé con un comunista no coincide con los otros dos libros, es porque Iron Rinn, el ser hacia quien Zuckerman dirige su amor, no es lo suficientemente complejo para ser un humano completo. Me casé con un comunista se convierte en un libro para soltarlo todo en boca de la esposa y actriz del héroe, quien además le arruina la vida. La novela salió poco tiempo después de que la ex esposa de Roth, Claire Bloom (actriz) publicara su propio libro contándolo todo acerca de Roth en Salida de la casa de las muñecas. Cuando los críticos leen Me casé con un comunista encuentran cuando menos una sutil respuesta de Roth al libro de su esposa. Dada la debilidad de Me casé con una comunista, los críticos pueden tener razón. La novela van tan cargada con la obsesión vitriólica de atacar a la esposa de Iron Rinn, Eve Frame, y a su hija, una cantante profesional llamada Sylphid (la hija de Bloom, vale la pena señalar, es una cantante de ópera). Esto evita que hallemos en Iron Rinn las varias capas necesarias para tener a un hombre vulnerable digno del amor de Zuckerman y de los lectores.
Esto nos lleva a los más grandes golpes asestados a Philip Roth, y quizás sea ésta la razón por la que los miembros de la Academia Sueca no le han concedido el honor que desde todo punto de vista merece. Se le acusa a Roth, para exponer el asunto sin rodeos, de tener una obra desigual, y de ser, además, un cerdo machista. ¿Y saben qué? Hay algo entre las dos acusaciones. Roth ha escrito algunos libros verdaderamente pavorosos, y en muchas de sus obras menores, incluyendo a menudo  las pueriles novelas  con el personaje David Kepesh, cuya misión principal es la de encontrar un agujero, cualquier agujero, en el que pueda meter su pene rebelde. Incluso en la más grande  de las obras de Roth, si hay un acto de maldad en marcha, usted puede apostar a encontrar a una mujer en la raíz misma de la situación. Venero a Philip Roth, pero si yo fuera una mujer, estaría como mínimo a cien millas del tipo.

Pero ustedes, mis estimados amigos, deben mirar más allá de todo esto, no porque las faltas personales de Roth no afecten sus obras, pues en realidad lo hacen, ni porque debamos tomar lo bueno y lo malo, sino porque, en  el caso de Roth, lo bueno es inseparable de lo malo. Un hombre más razonable lo hubiera pensado mejor antes de seguir el juego de su ex esposa de contar en un libro bilioso intimidades: un ajuste de cuentas en una novela con la actriz que arruinó la reputación de su marido con un libro. Entonces, un escritor más razonable, uno a quien realmente le importara qué pensamos, nunca se hubiera atrevido, como un judío blanco que es, a escribir una novela donde un hombre negro se hace pasar por un judío blanco. Un escritor más razonable no habría escrito, en 1969, una novela como El lamento de Portnoy,  con un personaje  "loco por los coños", un joven judío quien se masturba sobre el hígado crudo que su madre servirá después en la cena.

El asunto de la candidatura de Roth para el Premio Nobel no tiene que ver con que él sea un buen tipo, es que él es un genio, y en el caso de Roth su genialidad reside en su audacia. La audacia no cae bien. No es políticamente correcta. El poder especial de la audacia radica en su voluntad de romper las normas, de pisotear los tabúes, de despabilarnos  - y, sí, a veces, hasta nos cabrea con fuerza. La audacia sin inteligencia engendra un espectáculo sin sentido, pero Philip Roth es el escritor vivo más inteligente de los Estados Unidos, y sus obras, buenas y malas, brillantes y pueriles, están entre las mejores que este país ha producido. Si Philip Roth no se merece el Premio Nobel de Literatura, entonces nadie lo merece.

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