Reseña: 35 muertos de Sergio Álvarez
@jppescribe
Haga clic para ver Sergio Álvarez (Documental)
(Realizador José Alejandro González)
Sergio Álvarez
Alfaguara. 512 páginas. Novela)
Alfaguara. 512 páginas. Novela)
35 muertos es una narración de pequeñas instantáneas – capítulos durante 35 años, entre 1965 y 2000 de la historia de Colombia. En ella se cuentan las previas peripecias de los parientes del que será nuestro protagonista: un huérfano colombiano, del que no sabemos nunca su nombre, con una vida siempre rota. Vamos desde su nacimiento recorriendo diversos rincones de Colombia donde por igual acechan la alegría, el rebusque por la sobrevivencia y la violencia. Nidia, la madre del protagonista, muere prematuramente por complicaciones posteriores al parto que lo ha traído al mundo y el padre Fabio se suicida ante una garrafal quiebra de una ferretería. El protagonista acaba de criarse junto a la tía Cristinita en un barrio popular en Bogotá, donde engrosa una pandilla y ve cómo su tía funda con otros una comuna revolucionaria marxista en el barrio la Candelaria de Bogotá. Sus amigos de barrio lo entrenan en la criminalidad en la cual hace carrera como pandillero sin destacarse mucho. Así mismo, llega a ser un estudiante remiso de filosofía, soldado, a la vez que administrador y constructor de un burdel, paramilitar, testaferro de narcos del cartel del Valle del Cauca y finalmente distribuidor de droga de poca monta en España al inicio del año 2000. El relato de las peripecias previas que posibilitaron la vida, esto es, el nacimiento del protagonista, da cuenta de los conflictos sociales colombianos por la propiedad de tierras y extracción minería, revueltos con los enfrentamientos por ideologías de izquierda y de derecha y de los partidos liberales y conservadores y los emergentes y nunca consolidados del ala socialista durante el siglo pasado, que desembocaron en un recrudecimiento conocido como la época de La Violencia (1930- 1953).
Se ve en la novela cómo las secuelas de estos conflictos no resueltos aún afectan una guerra interna con raíces y aristas más variadas que lo que las simplificaciones de la prensa y muchos estudios académicos han hecho ver. 35 muertos también nos muestra al protagonista atravesando décadas en que la violencia por motivaciones sociales e ideológicas comienza a estar plagada por influencias foráneas que mutan el conflicto interno al punto de ampliar sus causas y el espectro violento, es decir, su consecuencias. Las fronteras entre los actores armados se nos muestran difusas, pero sí se ven con claridad en la novela las influencias de fuera en la violencia local, que van desde el narcotráfico -una actividad hasta ahora ilegal con una guerra impuesta desde afuera que no la vence- hasta el apoyo y financiamiento de multinacionales a grupos paramilitares que protegen los interés económicos de los conglomerados; empresas extranjeras de extracción y procesamiento de hidrocarburos, oro, esmeraldas, banano, entre otras materias primas. Estos grupos paramilitares luchan contra las guerrillas que dicen proteger la soberanía colombiana frente a los interés de estas empresas, y a su vez, ambos tienen su tajada en el negocio de la droga.
35 muertos cubre una época equivalente en años, siete lustros, que recorren los antecedentes y caracterización del conflicto contemporáneo en Colombia. De la denominada violencia bipartidista se pasa al surgimiento de las guerrillas y sus organizaciones representativas en la escena política en los partidos MOIR (Movimiento Obrero Independiente Revolucionario), UP (Unión Patriótica) y el M-19. Sigue a esto el surgimiento de los carteles de la droga y sus masacres y actos terroristas, y finalmente el surgimiento de escuadrones paramilitares -Hoy Bacrim- de orientación ideológica de derecha extrema con vínculos con empresarios locales y extranjeros y las organizaciones políticas tradicionales.
En 35 muertos tenemos que la tan mentada causa de la violencia como una condición inherente al ciudadano colombiano se desdibuja cuando pensamos en que el relato comienza en 1965, pero sabemos porque la historia ha sido acopiada, que entre 1965 y 1975, para sorpresa de lo fabricantes de estereotipos, hubo un periodo de paz. Sirve leer para comprobarlo el flamante libro Víctima de la globalización. La historia de cómo el narcotráfico destruyó la paz en Colombia de James D. Henderson y el comentario sobre el asunto de Alejandro Gaviria en El Espectador. A los conflictos irresueltos por tierras e ideologías se le sumo en la década de 1970 el tráfico de drogas y la violencia desencadenada por este negocio. En la trama de la novela aparece representada la época del narcoterrorismo de las décadas comprendidas entre 1980 y 2000, la toma del Palacio de Justicia y la intervención policial sangrienta en la Universidad Nacional de Colombia en su sede en Bogotá el 16 de mayo de 1984.
En 35 muertos las causas de la violencia pasan por los antecedentes históricos de un conflicto de varias décadas que ha cambiado en su forma y participantes, que antes afectaban mayoritariamente a la población rural del país, pero que se han extendido y afirmado en las zonas urbanas principales y secundarias con igual ímpetu.
La anomía (Término acuñado por Emile Durkheim) también está presente entre las causas de la violencia en la realidad histórica y en su representación novelística por Sergio Álvarez. No hay, pues, una estructura estatal o institucional vigente apta para la construcción de una sociedad en medio de unas normas y unos derechos; los lazos interpersonales y el desarrollo individual están constreñidos a los embates de una sociedad con altísimos índices delictivos. Se reconoce así el papel de reforzamiento y relevo desempeñado por los factores en los diferentes niveles de causalidad de la violencia delictiva. Detrás del origen de la violencia en Colombia está la mínima presencia del Estado en muchas partes del país, la desigualdad, la corrupción generalizada, la impunidad, los altos niveles de aceptación social de la violencia para resolver conflictos, y un país regionalmente fragmentado, que expulsa al exilio a sus ciudadanos, quienes terminan signados por su procedencia, como los emisarios de un país donde no se respeta la vida, se comercia con drogas y donde muchos conflictos básicos aún no se resuelven.
El asunto de la violencia delincuencial, del asesinato y el de la propiedad de la tierra es tratado en un diálogo que se ha vuelto ya emblemático en la difusión y comprensión de 35 muertos en Alemania y en Latinoamérica:
“Ay hermano, no se va a complicar ahora que le dieron una nueva oportunidad. Prefiero irme que convertirme en un sicario. Nadie lo va a dejar ir después de todo lo que ha visto. Yo no he visto nada, solo un montón de escrituras y han sido tantas que no podría acordarme de ningún detalle. Es igual; cumple la prueba o lo van matar. Nunca debí venir por aquí, me lamenté. Ahora empiezo a ver que los comandantes tienen razón, usted sigue siendo un comunista. Usted no entiende, le dije. Yo sí entiendo y sé bien cómo se llama lo que le pasa a usted. ¿Cómo? Cobardía. Puede ser. ¿Y sabe qué es lo peor? ¿Qué? Que por eso es que está tan jodido, por eso ni tiene un vida, ni familia, ni plata. ¿Cómo así? Usted llegó a viejo y no se dio cuenta de cómo funciona este país. ¿Acaso cómo funciona?, pregunté. Con muertos, hermano, en este país el que no ha matado o mandado a matar a alguien no progresa. Lo miré asustado. Créame, hermano, aquí la muerte manda y el que no mata ni manda a matar no es nadie, no vale nada.´´ ( Sergio Álvarez, p.428)
Se ve en el fragmento el conflicto armado interno de Colombia ligado con el problema de tierras cuando el protagonista dice no haber visto bien las escrituras de terrenos que ha estado modificando a favor de los paramilitares. La violencia se percibe como una moneda de intercambio y de supervivencia en una sociedad que la ha incorporado como la mejor manera de transferencia, ascenso social y resolución de conflictos.
Ha escrito Sergio Álvarez una novela magistral en que la realidad histórica como su ficcionalización y las causas de la violencia están muy bien relacionadas con antecedentes, con conflictos sociales, ideológicos y por la tenencia tierras y a sus vez por la influencia externa en Colombia que estimula actividades como el tráfico de drogas, la minería y el tráfico humano, entre otros, en un mundo globalizado, como dice Tania Mariela Adams, en que los gobiernos locales e internacionales no tienen alcance o presencia para poner una barda o combatir con efectividad estos males. Formulación que va en el mismo sentido de la afirmación hecha arriba en que la ausencia de un Estado vigilante con sus garantías, derechos y oportunidades sociales produce una cadena de violencia. 35 muertos es una novela excepcional por divertida, porque conmueve también cada rato y muestra mejor que otros textos el mierdero de hoy y siempre de nuestro adorado país: Colombia.
Etiquetas: 35, alegría, alvarez, armado, colombia, conflicto, droga, juan, literatura, muertos, pablo, plata, reseña, sergio, violencia
2 Comentarios:
Llevo alrededor de cien páginas y me está encantando. Es rápida y directa. En general, me gustan mucho los escritores colombianos que estoy descubriendo últimamente (Gamboa, Franco...).
Saludos.
A mi también me ha gustado mucho esta novela, en especial el lenguaje con el que está escrito y su ritmo. De hecho estoy con un verano colombiano: ahora con Ospina, y me espera El cuervo blanco de Vallejo. Saludos y felicidades por la entrada.
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